IDEARIO DE LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA EN EL CEDIR
ENTENDEMOS LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA (ET) como parte de la misión de la Iglesia de anunciar y anticipar el Reinado de Dios en la historia. Se trata de una modalidad particular de educación ligada al aprendizaje creativo, organizado y crítico de quienes reflexionan sobre su fe – es decir que hacen teología – desde la diversidad de sus dones y sus ministerios. La ET se diferencia de otras tareas propias de la comunidad cristiana, tales como la iniciación en la fe, la catequesis, la liturgia, la proclamación del Evangelio y la diaconía, pero también se apoya en ellas. En consecuencia, la ET tiene que ser contextual, abierta, dialogal, transformadora, interdisciplinaria e intercultural, que asuma y que vaya más allá de las tradiciones y culturas, así como de los modelos eclesiales y confesionales particulares.
TRABAJAMOS PARA QUE LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA sea de calidad, a pesar de que en teología no se habla mucho de calidad. Para hacerlo tendremos que asumir y superar varias tensiones y contradicciones. La calidad cristiana, siguiendo el ejemplo de Jesús: – integra la Palabra inspiradora y transformadora (Pneuma) con el discurso normativo (Logos), – asume la tensión creativa entre la fe del Pueblo de Dios y la sofisticación del discurso sobre la fe, – se nutre tanto de la lucha transformadora y del silencio como de la mística, – transita entre culturas con racionalidades emergentes y la herencia de una cultura y una racionalidad dominantes, – sabe que “la verdad se hace” y que corre siempre el riesgo de estar “aprisionada en la injusticia”.
RECONOCEMOS LA VULNERABILIDAD DE LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA, lo cual nos exige mayor responsabilidad por lo que es crucial responder por la calidad de nuestra tarea, sobre todo en la educación superior, pues resulta cada vez más difícil justificar la existencia de la ET en sí misma: las iglesias nos cuestionan en torno al servicio real que les prestamos; – los movimientos sociales nos apremian a explicitar la relación que tenemos con sus luchas; – las culturas ancestrales y emergentes nos cuestionan sobre nuestra complicidad con un pasado colonial y un presente a veces neocolonial que inciden en la forma de aprender, enseñar e investigar; – las instancias educativas (tanto académicas como populares) nos exigen rendir cuentas de nuestra pedagogía y nuestra didáctica; – los Estados, a través de los ministerios de educación respectivos, imponen a nuestras instituciones requisitos formales cada vez más exigentes para otorgarles el reconocimiento del nivel universitario; – las agencias de financiamiento nos reclaman planes mejor fundamentados en lo teológico-pedagógico, así como una administración transparente y eficaz de los recursos. La vulnerabilidad de la ET nos exige, pues, una mayor responsabilidad.
PROMOVEMOS DESDE LA FE CRISTIANA LA VIDA COMO UN DON, como algo que nos precede, nos trasciende y nos transforma constantemente, incluso más allá de la muerte. Recordamos que Dios es autor de la vida y que somos parte de una Creación sin límites que abraza a todos los seres vivos dentro del cosmos. – La calidad de vida no es un estado sino una dinámica y una meta relacional: nadie puede alcanzar una verdadera calidad de vida mientras la vida de otros esté amenazada. La calidad de vida es integral: material y espiritual, corporal e intelectual, moral y estética, personal y comunitaria, natural y cultural. Abarca tanto necesidades como deseos.
VISLUMBRAMOS EL REINADO DE DIOS COMO UN HORIZONTE DE VIDA PLENA, de vida compartida y armoniosa. Es la utopía que nos moviliza para ser artesanas y artesanos de la calidad de vida conjuntamente con otras culturas y creencias que apuntan a ella. En cada contexto, lugar y coyuntura, nos toca discernir cómo articular creativamente esta utopía con diferentes actores y movimientos, dentro de un determinado proyecto de comunidad, de sociedad y de ciudadanía. Reconocemos que, apuntando a esta misma utopía, tenemos visiones y prácticas diferentes y hasta contradictorias en función de nuestro origen social o cultural, de género, generación, etc. Admitimos que tal diversidad de visiones utópicas es conflictiva.
CONSIDERAMOS QUE LA MISIÓN CRISTIANA PRESENTA SIEMPRE UN ASPECTO CONTRADICTORIO, lo que determina una tensión permanente entre lo ideal y lo real, entre el advenimiento del Reinado de Dios, la incompletud de la persona y la ambigüedad de cualquier proyecto humano. Vemos la misión a la que nos debemos desde la ET en términos de: – una respuesta a la Misión de Dios como llamado e imperativo que precede a nuestras iniciativas; – una Iglesia no autocentrada, al servicio de las y los excluidos y de la vida plena; – la denuncia de y la resistencia contra todo poder (económico, político, religioso, moral, sexista) que pretenda volverse absoluto; — el desarrollo y la participación en prácticas sociales alternativas y liberadoras que nos conduzcan por caminos de mayor equidad, justicia, paz, no violencia, preservación de la Creación; – – el acompañamiento y el consuelo a las personas que sufren; – la inclusión y la integralidad: un enfoque incluyente (al servicio de toda la humanidad) e integral (para todas las dimensiones de la persona).
ABOGAMOS POR UNA EDUCACIÓN TEOLÓGICA AL SERVICIO DE LA VIDA PLENA, lo que implica una educación de calidad continua y permanente para todos los individuos. Al denunciar el divorcio entre calidad y equidad, reivindicamos la naturaleza democrática de la educación, la preocupación ética por la construcción de una ciudadanía responsable y la lucha por la convivencia solidaria. Consideramos que, entre muchos otros criterios, la calidad educativa se sustenta en: – la diversidad, la accesibilidad y la permanencia de las diversas modalidades y especializaciones educativas a lo largo de toda la vida; – el conocimiento crítico de la realidad y la sistematicidad del análisis; el énfasis en el aprendizaje, en el aprender a aprender, en el aprender a ser, en el aprender a convivir y en el aprender a emprender, que redunda en una cultura de paz.
RELACIONAMOS LA ET CON LA TEOLOGÍA Y LA PEDAGOGÍA, y a éstas con un paradigma más amplio dentro del cual operan. Se trata de un marco epistemológico en el que confluyen diferentes vertientes y dimensiones de la acción y del pensamiento humano. Caracterizamos tentativamente este paradigma como: – inter/transdisciplinario e intercultural; – integral y multifactorial; incluyente de múltiples racionalidades y potencialidades humanas; contextual e histórico; problematizador y; – intuitivo e inédito; procesual con interpretaciones sucesivas, contextualizadas y superadoras.
APOSTAMOS POR UNA TEOLOGÍA DE CALIDAD EN LA QUE PRÁCTICAS, CONTENIDOS Y MÉTODOS INTERACTÚEN permanentemente que articula desde su contexto las teologías emergentes con las teologías que han interpretado la fe cristiana a lo largo de la historia de la Iglesia en sus múltiples expresiones. El sello evangélico de esta teología proviene de una revelación dirigida más a “tontos y pequeños” que a “sabios e ilustrados”. La comunidad de fe es productora y protagonista de la teología y no solamente receptora de la misma. Queremos una teología que asuma críticamente su propia identidad y especificidad en diálogo e interacción con las otras teologías. Además, en el contexto de un horizonte ético y de esperanza, construiremos la calidad de la teología en diálogo con otras espiritualidades, ciencias, expresiones culturales e ideologías.
PROCURAMOS UNA PEDAGOGÍA CAPAZ DE CONSTRUIRSE Y RENOVARSE CONTINUAMENTE a partir de las experiencias educativas emergentes sin encerrarnos en ninguna corriente pedagógica particular y que mantiene una distancia crítica frente a las prácticas educativas, buscando acompañar y reforzar su calidad sin legitimarlas. Contamos con una rica tradición para forjar calidad a partir de pedagogías: de la esperanza; de la transformación; de la diversidad; del diálogo de saberes y de la negociación cultural; de la creatividad; democratizadoras y democráticas; de la crítica; de la participación y del diálogo; populares, es decir atentas a la presencia de las y los excluidos, de los marginados por los sistemas de poder; ligadas a culturas producidas por sujetos ignorados por los saberes consagrados.